«Tía, he sido politoxicómana toda la vida. Las drogas son buenísimas, ¿Por qué te crees que hay tanta gente enganchada? Son malísimas, son malísimas. ¿Malísimas?, mírame -clava sus ojos oscuros en mí y se abanica-, son buenísimas. Me gustan más que a un niños los cromos. ¿Pero sabes qué?, he estado tanto en la mierda que la controlo muy bien, y ahora soy yo la que ayuda a a esta gente, porque yo sé dónde he estado, y a mí me venía un médico con sus cositas y yo le decía: «mira, a mí no me comas la cabeza», porque a mí me encantan tía, que me encanta ponerme hasta el culo y probarlo to. Mi problema es ese, que siempre he sido muy así, de querer probarlo todo. Pero no te creas, yo sé cuidarme muy bien eh? Mira, yo tengo un ritual: todos los días me levanto a correr de madrugada, a las 4:30 me bajo a la Barceloneta, nado, soy sirena… genial. A primera me encuentro a mujeres arrugadas con canas, que esas saben lo que no está escrito y me empiezan a contar historias, y eso, eso me pone cachonda. No sabes lo que me gusta. Y el resto del día me lo paso hablando con la gente de la calle, la gente sencilla del raval, del gótico, gente de la vida, y el resto me la pela. Mi última recaída fue hace dos meses, pero ya está, ya basta, la vida te manda señales, voy a ser abuela, -me mira con sus ojos oscuros abriéndose a la luz-: nunca es tarde para volver a nacer.