Ayer ya lo empecé a notar. Es una putada porque cuando me alejo de mí misma me da, me da la tristeza. La veo llegar a lo lejos y bajo la cabeza, ya ni la saludo, porque paso.
Pero es que cuando me acerco a mí misma, cuando llevo mucho tiempo conmigo, también me da, me da la tristeza. Me da por todos lados. Y paso. Paso de estar ahí en el ring protegiéndome, con dos absurdos guantes de cuero rojo.
Le digo:
–Si vas a estar aquí, te dejo estar, pero tampoco me golpees.
Y entonces ella va y me dice:
-Si te pego es para meterme dentro.
¿Qué? –le digo.
-Para que bajes los brazos y pueda meterme dentro de ti –me vacila.
Vale –le digo, suavecito-, tú pasa y no desordenes mucho, -joder– (añado en silencio).
Joder. Pues nada. Ya estoy en la cama. Ella gana.
10 minutos antes mi padre me había dicho:
“Tienes pechuga de pollo en la nevera”,
“Ya, luego como”, le he dicho.
Pero qué va. Ayer me metí en la cama sobre las 22, con un paquete de filipinos blancos y los apuntes de Psicología de la Personalidad. Venga, decírmelo, que todos los que estudiamos psicología somos los más colgaos. Y eso, que empecé a comer filipinos mientras leía que personalidad procede de la palabra latina persona, que se refería a las máscaras que los actores utilizaban en las representaciones teatrales (cada máscara se asociaba con un tipo de carácter, por lo que el público ya iba preparado para el papel de cada personaje). Hasta que en la Edad Media la palabra persona adquiría su significado actual con identidad propia. Uff, menos mal. O no. Me reí. Algunos todavía viven en la Edad Antigua, Roma sigue en pie, así que hay muchas máscaras sueltas en pleno s.XXI. Bueno, venga, estudia, no me jodas, que con cada puto párrafo te vas a Roma.
Burham dice que “todo el mundo sabe lo que es personalidad, pero nadie puede expresarlo con palabras”. El diccionario de Wordreference da como sinónimos: identidad, carácter, temperamento, genio, estilo.
Bueno, ahora leo que para un entendimiento adecuado: 2. La utilización del término personalidad no implica connotaciones de valor. Me empieza a gustar esta asignatura, pero estoy tomando muchos filipinos. Y ya empezamos con los esquemitas y las flechas. Hay que ver lo que les gusta a los psicólogos poner flechas. Le ponen flechas a todo, os lo juro; yo creo que empiezan a poner flechas y hasta que ellos mismos tampoco se enteran de cómo va la cosa, no paran, y cuando ya está todo liao, dicen: Así. Y así se queda. Hijos de la grandísima p -hehehe-. Y están orgullosísimos, y luego los profesores están incluso más orgullosos de ponernos en un examen todos los esquemas que ni ellos mismos entienden. Pero oye, que igual esto solo pasa en la Uned.
Me río. Pero estoy triste. No sé. El otro día quité todos los pósters que tenía en la pared de la cama y dejé una frase escondida al descubierto. Ahora es lo único que hay la pared: “Las personas necesitan ser acariciadas”. Y debajo, una al lado de otra: una carita feliz + una carita triste. Lo que suelo decirme cuando me da el bajón es que “no sé qué me pasa”, pero es un poco lo de arriba. Lo de acercarme y alejarme de mí misma. Que no salgo de ahí, porque no sé cómo combinarme con la vida, supongo. Como he estado tanto tiempo sola, en el momento paso unos días fuera de mi mundo -y mis cosas- me desoriento, siento que me alejo de mí, me siento menos y entonces me da el bajón. Y por el otro lado, cuando estoy demasiado tiempo conmigo, necesito de la compañía y otros planes. Es algo así como:
Necesito la compañía, pero no la aguanto mucho tiempo.
Me necesito, pero no me aguanto mucho tiempo.
Antes he leído en una revista que se están creando centros especializados en personas con Trastorno Wifi. No te rías. El mundo me empezó a asustar hace tiempo. La hipersensibilidad al wifi, la sensibilidad química múltiple, el síndrome de la turbina eólica. Mientras unos científicos analizan cómo abordarlas, otros las atribuyen al efecto nocebo. El efecto nocebo(dañar) es justo el contrario al placebo( complacer): si crees que algo te hará daño, te lo hará. Joder, a veces pienso que la vida es un puto juego mental. No es que me asuste porque suene a novela de Isaac Asimov, me asusta porque el mundo se está yendo al pu– carajo. ¡Avances tecnológicos, avances tecnológicos! Imbéciles, somos humanos, no tecnológicos. La tecnología debería enfocarse en beneficio de la humanidad, no en beneficio de la superioridad, la desigualdad o el puro exhibicionismo. En este mundo, lo que sobra, sobra; el problema es que para quien tiene los medios, sobra todo lo demás y sobrevive el fin, justificándose. Lo de siempre. Bah. Paso de leer revistas de drones que lucharán en la tercera Guerra Mundial, preferiría mil veces más leer otra vez Harry Potter. Que al final todos estamos enfermos mentales y ya. Así es mejor, y mientras tanto, la industria farmacéutica tiene remedio para todos. Lo otro no sé, pero es de base que tenemos radiaciones cien mil veces superiores a las de nuestros padres y abuelos, y los estudios aún están por descubrir todas estas taras “nocebas”. Pero bueno, ¿qué cojones os estaba contando?
Da igual. La cosa es que ayer no me podía dormir porque mi digestión no asimilaba todos los filipinos blancos saludando a mi tripa. O sea, inicio de bajón + paquete de filipinos: una noche de esas en las que la vida es una puta mierda. Miraba el whatsapp cada 10 minutos. Los otros 10 minutos eran incluso más absurdos. ¿Qué haces?, le escribí a un amigo. Writing, me dijo, y tú?. Sleeping. Te dejo writing, le dije. Y ahí acabó la profunda conversación. Joder, duérmete yaaaaaaaaa. Luego le hablé a mi novio, no le dije que estaba triste, al revés, le dije alguna tontería. Cuánto más triste estás, más tonterías dices. Eso es una verdad como un pino encima de otro pino.
Hoy me he despertado sin hambre. Básicamente mi cena de ayer incluía el desayuno de hoy. Qué lento pasa el tiempo cuando estás de bajón. Qué baja de energía te deja el bajón. Qué bajón el bajón. Ya no sé si soy más sensible a lo que me dicen o a lo que me digo. A lo que veo y escucho o a lo que no veo y no escucho. Si soy más sensible a lo externo o a lo interno.
Por la mañana he empezado a leer un libro de Fernando Savater: El valor de educar. He subrayado algunas frases:
“El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender” -Montaigne
“Llega a ser el que eres” -Píndaro.
“ Nuestra humanidad biológica necesita una confirmación posterior, algo así como un segundo nacimiento en el que por medio de nuestro propio esfuerzo y de la relación con otros humanos, se confirme definitivamente el primero”-F. Savater.
Salvo estas tres frases, el resto me ha parecido un coñazo. Básicamente por una razón muy simple: estoy de bajón. Estoy de bajón y que un autor que me gusta me empiece a hablar de humanidad, me repatea. Me da mucha pereza. Vamos, que con el bajón me da mucha pereza todo. Y ya.
Ahora estoy en la cama tumbada, mirando una esquina de mi cuarto, diciéndome “no sé qué me pasa”. Pero conozco este estado, medito. Qué tonta que teniendo la ventaja de conocerlo, no haga nada al respecto. Podría cambiar el chip en este momento, pero no lo cambio. Me parecería más cínico que lógico.
Quizá sea porque el bajón es el único que te otorga la libertad de pensarte sin máscaras.
¿Entonces?, me digo, me pienso sin máscaras pero no soluciono nada.
Igual los bajones están para eso, para sentirlos, para decirnos “no sé qué me pasa”, para huir de la verdad.
No, no te engañes, me vuelvo a decir: el bajón no está para huir de la verdad, está para regresar a la mentira.
https://www.youtube.com/watch?v=vt1Pwfnh5pc
A mí me elevas el alma. Escribes, piensas y expresas de manera especial, al menos a mí así me llega. Gracias.
El bajón está ahí para poder estar bien luego y notar que estás bien y disfrutar de cada pequeña cosa que pasa en cada momento y decirte que qué bella es la vida y que qué buena es la mayoría de la gente y qué bello es el amor. Si no hubiera bajones la vida sería un puro aburrimiento a partir del segundo o del tercer capítulo. Por suerte viene el bajón de ver en cuando y nos hunde en la miseria, nos retuerce las tripas, nos encoge los pulmones y no nos deja respirar. A veces casi nos parece morir y a veces casi nos dan ganas de morir o, al menos, de no vivir. Nos da pereza vivir, sentir, comer, amar, odiar, todo nos da pereza.
Después el bajón se va pasando, poco a poco, sin saber cómo, y de pronto nos encontramos de nuevo comiendo, amando, viviendo,…
Y decimos: Joder, vaya mierda, no sé cómo he podido aguantar eso. ¡Qué bien que ya pasó! No me explico porqué me he dejado. Tengo que recuperar el tiempo perdido, y esto no me vuelve a pasar.
Pero al cabo de un tiempo, sin darnos cuenta, aparece de nuevo el bajón y se apodera de un@, silenciosamente, traidoramente, con nocturnidad y alevosía.
Por eso creo que lo mejor cuando lo vemos venir es mirarlo de cara, cogerlo por los cuernos. Porque no sirve de nada salir corriendo, el bajón no tiene prisa, te persigue y te alcanza por agotamiento.
Mejor lo agarras, lo miras a los ojos y, una de dos, o sacas todo tu coraje y lo mandas a donde tu sabes, o te pilla sin suficiente coraje y le dices: Vale, entra, me importas una mierda, Ahora no voy a luchar porque no tengo fuerzas, porque no me da la gana, pero no te voy a hacer ni puto caso, ya te cansarás, sé que te cansarás y te aburrirás y te largarás. Y me dejarás en paz y entonces me daré cuenta de que la vida es bella y vale la pena vivirla. Y te daré las gracias, bajón, porque se me había olvidado lo bella que es la vida.
Y mientras el bajón se enseñorea de un@ y te provoca y no le haces caso y se cansa y se marcha, y tú ni te molestas en preguntarte qué te pasa, y cuando te quieres dar cuenta ya estás
otra vez viv@.