Tú. Tú ya sabes de qué modo pienso en ti, de un modo patético y dulce,
como la piel de un melocotón sobre un vinilo de Kurt girando lentamente.
Imagina una canción, porque exactamente esa es la canción que está sonando en mi cabeza,
emborrachándome enteritas las neuronas.
Te quiero desde el primer día,
sin necesidad de encontrarte hoy o mañana,
pero te quiero.
Mi corazón ya ha elegido.
Y contra eso no puedo hacer nada.
Quería decírtelo porque mi poema a veces se muere esperándote.
Y mientras mi poema se muere,
me conformo con tender mi soledad en otros cuerpos y sonreírle un poco a la vida,
lo sé, soy una cínica, tan solo hago cosas de humanos,
no puedo pasarme los meses esquivando corazones que llegan y son nobles, nobles como manzanitas.
Me contradigo, no es nada nuevo, supongo que el efecto placebo se ha instalado en mi vida.
Luego, por la noche, vuelvo a casa con el rimmel corrido,
pongo a girar el vinilo y es mi vida la que empieza a dar vueltas.
No sabes cuánto te odio algunos viernes.
Te lo cuento a ti porque el espejo ya se lo sabe de memoria y detesta verme con este careto:
no aspiro a alguien que me quiera mucho y me diga te quiero cada mañana,
y yo haga mi vida y él la suya,
perdiendo la esencia que supone alejarse de una misma para mezclarme casualmente en lo ordinario.
No es ese mi plan.
No quiero frustrarme de ese modo, nunca me lo perdonaría,
paliar levemente mis síntomas en la consumación del sexo,
no, porque te quiero a ti,
sin necesidad de consumar más que mis ojos en los tuyos,
y pasear por la ciudad y saber que no quiero perderte nunca.
Por ejemplo, ahora estaría diciéndote:
“¿me sujetas el piti?, es que no tengo fuerzas para sostener tanto humo. Mi vida se incendia sin ti”,
y tú creerías que voy románticamente ciega, pero ya sabes lo que dicen de los ciegos.
No hace falta ver bien para decir verdades ni beber agua para estar cuerda.
Ya conoces mi voz, así que espero que puedas oírme,
porque vives en mí, sin prisa y sin ansias, vives en mí de la forma más cálida que imaginas,
aunque a veces me hagas llorar un poquito y piense que me estoy volviendo loca.
No quiero que nadie me diga que vivo en mi mundo,
no cuando se trata de ti,
porque fuiste tú quien se coló dentro.
Fuiste tú, maldita sea.
Yo solo te dejé pasar,
y estás aquí y te siento y ojalá me sientas tú.