Alan, de Nottingham. Alan, de la ciudad de Robin Hood. Alan, de la calle. De la calle y del mundo, como cada vez más personas sin hogar.
Habitantes de la nada, de las miradas buenas y las miradas no tan buenas. Alan, el hombre de los 20 céntimos o el billete de 5, porque nunca se sabe quién desembolsa empatía. ¡Ay, Alan! Aún recuerdo las primeras veces que le veía por la ciudad, en el parque, en la explanada, en el cajero de Bankia. Parecía un cervatillo herido, con la mirada asustadiza y aguada. Ojos de catarata turbulenta, no sabía yo lo que habían vivido.
Alan empezó a calmar su mirada conmigo. Un día me contó que le habían robado a su perrito mientras dormía. “Alan, hey you, Alan”, le digo cada vez.“Hey”, me acaba diciendo, y me besa la mano. A veces Alan se compra un puñado de cervezas, me las enseña miedoso, con un gesto entre la ternura y la culpabilidad, como diciéndome: “ya sé que está mal”, y excusándose: “todo el mundo pasa bebiendo, ¿por qué no puedo beber yo? -me dice-. Estás en la calle, bebes y pareces borracho. La gente se olvida de que somos personas”. Y yo sé que sí, que tristemente hay mucha gente sin casa ahogando sus penas en el alcohol, pero también sé que Alan no. A Alan lo que le gusta es escuchar rock en la radio. Dice que la música es su vida, y lo es, porque le pido que me cante algo y alza la voz al mundo, mientras la gente le mira raro. A Alan le gustan The Beatles y otros muchos otros grupos británicos cuyos nombres no entendí, pero me contó que tenía exactamente 55 vinilos. Alan a veces me deja su móvil y cargador para que se lo cargue y pueda hablar con su hermana. Alan ha estado en las calles de alicante, elche, torrevieja y benidorm.
Está triste porque la gente lo mira como un trapo sucio. Qué ignorante los humanos, no sabemos que lo que necesita alguien sin casa no son 20 céntimos sino un poquito de humanidad: una sonrisa, unas palabras. Algo que no lleve un número. Algo. “Alan, tienes que mirarte cada día en la fachada plateada de Bankia y decirte a ti mismo: ¡oh my god!, ¡qué guapo soy!”. Alan dice que le asusta su barba, yo le digo que no tiene que asustarse, que es muy hipster y además parece surfero. Alan no quería contarme por qué, pero hace tiempo no quería volver a su ciudad. Ahora parece que sí, que la embajada española le devuelve a casa. Me lo cuenta esperanzado y nos despedimos. “Dime una frase para el recuerdo, Alan”, le digo alegre. “Is nice to be nice”, me dice, como un señorito inglés. Y me alejo, con su tímida sonrisa en mi espalda.
Muy humano y sentido..sencillo..transparente..sincero….
Es reconfortante, más para las personas que tratamos con ellos habitualmente, el encontrar espacios como éste.
Gracias a la que escribe por mantener su corazón abierto al mundo.
Gracias a Alan por esa media sonrisa que aún consigue articular, por ese cariño que aún es capaz de compartir.