Aquí, con Ali o Alé. ¿Ali?, ¿Alé? Alié, gesticula. ¿Alieuouuuuuu?, ¿what? Ella me llama Glasia, con l y s. Gracia, gracia, le corrijo.Glasia, Glasia, me dice. Ok, sí, Glasia, le digo. Y nos reímos. Mientras ella borda una rebequita blanca que dice que le llevará días, yo como tofu con verduras y busco en google lugares que me recomienda visitar en China – Hunan, Hubei, Hainan-. No sabía que había playas tan bonitas en China. Me hace el signo redondo con los dedos cada vez que le enseño una playa y cerezos. Como diciendo: chapó. Qué graciosa, por dios.Me enseña fotos de su nieto con su hijo y la novia. Aquí, dos, BBVA, dice. Ohhh, muy bien muy bien, le digo. Y la rebequita es para tu nieto, ohh. No, me dice, para mí, y se pone el trozo encima. Aún quela, dice. Aún quela, aún quela, digo. Nos reímos. Su marido se ríe 5 metros al lado, está viendo la tv en el hall-salón que está pegado al mostrador de comida. Le enseño fotos de un amigo en China. Guapo, guapo, dice. Me llama mi hermano por el whatssap y Alé le saluda con la mano. No te ve, es una imagen fija, le digo, y sigue saludando. Mi hermano dice «tráeme la cuenta» en chino y ella ríe. Guapo, guapo, dice. Entran mexicanos , árabes y franceses y nos vamos contando anécdotas. Hablamos de las lámparas de libélulas, del feng shui y los monjes. Creo que Alé quiere adoptarme, me coge muy fuerte de las manos. Volveré, te regalaré una libélula. Guapa, guapa, dice.