SEPTIEMBRE de 2015, MONTMARTRE, PARÍS
La vida es como un terroncito de azúcar al observarla desde afuera.
Coges la vida entre tu dedo pulgar e índice, y de repente, muerdes un poquito tus días y la vida se te va al traste: lo mordido no te abandona -imposible diluir el trauma, lo roto-, el despiece se te atraganta, la restauración se pospone, y vas pasando hojas del calendario. Y la raíz nunca muere. A medida que tu dedo va perfilando cada canto de cada día, la raíz crece en su opuesto, hacia abajo. El peso del nostálgico, del maníaco emocional, del débil alardeando de su luz. ¿Qué era aquello que cuanto más grande se hacía menos se veía? La oscuridad.
Se te deshace la vida en la boca
-granulada, crepitante; se ha ido ya la mitad y entristeces-.
Y en el platito del café, asoma otro terroncito desde su envoltorio:
otra vida compacta
y entonces inclinas la cabeza hacia el otro lado, como queriendo ver la vida desde algún lugar lejano.
Piensas que un terroncito intacto no sirve para nada -¡es tan inútil, tan cobarde!-
piensas que tú quieres tener azúcar en la sangre, descomponer los días, saborearlos,
no escatimar el -caprichoso- apetito, aunque duela.
Así que coges de nuevo el terroncito y lo echas al café amargo:
se derrite y ahora el café es dulce -en el momento presente-.
“Quien colecciona terroncitos de azúcar -enteros-
confunde el verbo sobrevivir con la palabra VIDA”
Quien viene a París a encontrarle sentido a la vida
corre el riesgo del abandono o del existencialismo
que
a veces
viene a ser exactamente lo mismo.
Sartre dijo:
«En el principio es absolutamente nada» ¿Y después? Después «no es otra cosa sino lo que ha hecho de sí mismo». El hombre se descubre y se hace a sí mismo, sin proyecto alguno previo. Eso es precisamente lo que, en la terminología de Sartre, se denomina libertad.
«Abandono» (délaissement): «Estamos solos, sin remedio»; «el abandono significa que nosotros mismos escogemos lo que somos».
Angustia: «El abandono se presenta aquí justamente con la angustia».
Desesperación: «Esa expresión tiene un significado extremadamente sencillo; quiere decir que nos limitamos a abandonarnos a lo que depende de nuestra voluntad».
Absurdo del mundo y de la existencia humana: «Decir que nosotros mismos creamos los valores no significa sino que la vida no tiene ningún sentido a priori».
-c´est la vie-
LA BOHEMIA COLINA A 130 METROS SOBRE PARÍS
A Montmartre vienen los errantes, vagabundos, lucecitas de neón desamparadas. Vienen desde cada rincón planetario suplicando uno de los 300 puestos para plantar el caballete en Place de Tertre y ensuciarse las botas de pintura, vienen para colarse en cabarets y mirarle el culo a las prostitutas -«Al barrio rojo de Pigalle, compadre, en el Boulevard de Clichy en 10 min»-, a fotografiar el Café Les Deux Molins para ponérselo de foto de portada en Facebook, a observar París desde el Sacré Coeur -bizantino, románico, gótico-, mientras dos gárgolas más feas que Adrien Brody te pegan el susto. Y al Moulin Rouge ya otro día, que cuesta 1oo pavos.
Es fácil dárselas de bohemio paseando por Montmartre, aunque seas un pijo del copón y en vez de llevar una Kodak de fuelle de tu abuelo Paco, te saques un Samsung Galaxy S5 y hagas la misma foto tres mil ciento cincuenta y ocho veces en vez de observar por encima de la pantalla la esencia real de la plaza. Lo que no sabes es lo irónico que resulta rozar un sueño: París, París, París.
¿París para qué?, te pregunta el canoso pintor de Montmartre. ¿París para qué?, te pregunta el dueño del café más famoso. ¿París para qué?, te pregunta la hija de la librería Shakespeare. Y tú no tienes tiempo para hablar -porque, ¿qué ibas a decir de París?; «Amelie, Amelie», «Sartre,
¡l´éxistentialisme!», «Je l´aime a mourir, ¡de Cabrel!»-. Ni siquiera sabías que los museos son gratis para residentes de la UE menores de 26. Lo importante -y la putada- es que al Samsung Galaxy le queda poca batería y tienes que hacer más fotos que inunden tus redes sociales de esa farsa de sueño. Os juro que lo he visto, la gente solo mira a través del objetivo. Y explotadas las panorámicas, se van, como si el arte residiera solo en lo que puede ser editable. Que sí, que yo también hago fotos, pero las mejores fotografías -de carne y hueso- las siento.
Desde aquí veo la brecha:
No hay más realidad que la que no se ve.
PD: En realidad Adrien Brody no es feo.
¿Por qué debería serle fiel a una idea?¿Se supone que hay que serle fiel a una idea para serte fiel a ti mism@? ¿No será un@ más fiel desdoblándose? La palpitación no es siempre la misma, el corazón no puede seguir un camino pintado con tiza, ¡no te culpes si te sales! El valor está muchas veces en la capacidad de saber experimentar y perderse, de saber experimentar y encontrarse. Lo que ocurre es que muchos se niegan esa capacidad que les hace libres creyendo que lo son si no hacen alardes –¡tanto ha conquistado la Influencia Externa!-. Si la vida es constante-inconstante, simple-compleja. ¿Se pierden valores si no hay una estabilidad, si no hay un centro desde donde partir?
¿Y si me centro es la periferia? ¿Por qué debería fiarme de mí misma? ¿Por qué darme/te garantías? Quizá sea por esto por lo que nunca doy nada por sentado, ni a mí misma -a veces siento que tengo que excusarme por pensar así, por amar-estar en- la duda, lo volátil, el «no lo sé», porque dentro de 5 minutos puede ocurrir lo que no ha ocurrido en 5 años, porque no me gustan los planes a largo plazo, ni tener que decir SÍ cuando reculo por dentro, ¡no me preguntes si eres el amor de mi vida si no quieres una mueca confusa!, ¿por qué tengo que creer en Dios, en algo, en ti, en mí, (de qué modo)?, y yo qué sé si mañana me van a apetecer pelotas rellenas o si querré ir al cine a la de Tarantino o Almodóvar, o si los delfines de La 2 están tristes, ¡no sé nada!, y lo qué sé lo dudo. Un@ se piensa que tiene juicio o valor cuando da algo por sentado, solo porque parece tener solidez. No hace falta dar por sentado más que lo que se agita y late y trata de ordenarse. Que quizá haya puesto ejemplos bastante tangibles cuando quería referirme más al mero «estar en el mundo». Quizá mi falta de solidez sea mi solidez. A veces me da cosita afirmalo, lo pienso, me pienso -en relación a lo externo- y me veo tan parpadeante que pienso: venga, di algo que quede más claro. Pero no, tengo claras pocas cosas, estar aquí escribiendo es una de ellas, que soy, que existo, y de pronto tan solo eso me parece maravilloso. Luego el caos y el desorden es lo único que puedo dar por sentado, tú no te corrompes por no aferrarte a nada; que no te engañen, que igual se engañan ellos, que quien nunca se equivoca está fallando siempre.
Ojo, no confundamos las cosas, este libre albedrío mental no quiere decir un@ pase todo por alto y le parezca bien, natural o excusable el libre albedrío de otr@. Que una persona, en su contradicción y jauja, seguramente sienta -de corazón (y entristezca)- que hay un montón de cosas que los humanos hacen como humanos -libres- y no son humanas -véase, la cultura española de clavarle astillas a un toro-. Pero aquí abriría otro tema, y yo estaba hablando del SER:
Me hundo, me cuelo en la tierra,
soy musgo, me empapo,
lloro,
bailo con la raíz de mi contradicción
y en el espejo sigo siendo la misma.
Sigo siendo la misma.
Sigo.
Siendo.
La mujer de al lado acaba de acabarse la botella de vino. Al llegar pensó que no bebería.
¿Quién habrá al cruzar la esquina?
En esta cafetería hay un mini concierto de jazz. Me gustan las arrugas del saxofonista -¿sexofollista?-. No debería estar tomando café a esta hora, pero era lo más barato –estoy viajando a lo pobre, ¿ok?, soy de Podemos-. Y entre el jazz, el terroncito de azúcar, el vino ondulando, la cosquilla del acento francés, las lucecitas del semáforo y el viento en mi barriga, me asalta la incertidumbre vital. Miro a las escaleritas e imagino que aparecerá alguien que me hará quererle de pronto y acabaremos luego bebiendo una botella de vino habiendo pensado al llegar que no beberíamos.
La mujer de al lado tuvo una cita imprevista. Y después vino el vino.
La vida es así:
solo falta que ocurra algo imprevisto para que la vida te de un vuelco y se te caigan las bragas.
Ese siempre ha sido mi sueño:
mirar a alguien a los ojos y querernos de golpe -dadme una colleja-.
Siento escupir el tiempo que se me atraganta en la boca. La cafeína comienza.
Si pensara qué escribir no fluiría así.
Hoy he vivido tan rápido que no sé si estoy triste o feliz.
Supongo que como siempre, estoy en el medio.
PD CURIOSA: La palabra EQUIVOCACIÓN viene del latín aequalis-aequale, que significa igual, y voco, que siginifica llamar: llamar de la misma manera a una cosa diferente. Es decir, que en su origen, una palabra podía tener doble sentido. Si lo extrapolamos del contexto y hacemos una metáfora, podríamos decir que nadie está equivocado porque nadie está ni en el acierto ni en el error.
París es un cosmos. O sufres síndrome de Stendhal o te embarga una nostalgia de la leche. O 2×1: Nostalgia de haberme tomado por separado el terroncito de azúcar y el café. Nostalgia de café amargo o Café amargo de Nostalgia. Está bien, es bueno escribir siendo víctima de la aceleración cafeínica, aunque me tiemble el codo sobre la mesa, aunque luego no duerma y me cague en la puta.
Voy a entrar al hostal porque seguramente, si me pongo a divagar ahora, en esta cafetería parisina, corro el riesgo de incendiar París, y quizá no haya venido a eso. Quizá. Quizá me quedaría la vida entera aquí. Mirando un terroncito de azúcar mientras las chinas de al lado piensan que me falta una pinza y la familia entera del cangrejo. Yo qué sé.
Mañana más. ¡¡Au revoir!! ¿Qué queréis, joder? No sé hablar francés. Un peu. Un peu. Un peu se tiró ayer la compi de cuarto. Petit peu. Gross peu. «¡Pet, pet, en francés, pedo es pet, pardilla!». Ok, pet. ¡Bisous! No more. ¡English, English!
-¿English?
-But Im from Spain. Alicante. ¡Beach, Beach!
Tol día así, tron.
-From India, from India. Flor para ti. Flor para ti.
-No, no. I have flowers in Spain –Y sonrío.
-Iphone, iphone. You see, you see.
-Actually i don’t like technology, i am a poor girl –Y sonrío.
Una mujer me acapara a mil trescientas bandas, señala su tarjetita del pecho con énfasis:
“Asociación de sordos. Firma y cantidad”
-Era rumana y te quería robar –De pronto una voz con acento latino me resbala en el hombro.
-¿Argentinos? –pregunto al ver a dos jovenzuelos. Y sonrío.
-Yo de Uruguay. Yo de Chile.
-Ah, ¡yo de España!
Y nos fuimos a ver la Torre Eiffel, ¡y nos colamos en el Louvre! ¡Y la Mona Lisa estaba tan seria!, y yo, que le había escrito un poema contándole que le habían puesto unas tetas gigantes y bigote de Dalí para ver si se reía, pero nada, más mustia que el codo de un playmobil.
Rodrigo y Reginald, Besitos, ¡latinoamericanos! ¡Viva el Che!
En serio, dejo ya esto, que si no me calla una tila me va a callar el café.
Vivo -en- el tiempo cuando escribo. El resto del día miro el reloj.
Bisous París, ¡guap@! Je t´aime ♡
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CONTINUARÁ…
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