el otro día le dije a mi madre que estaba notando cierta rebeldía en mí, que me sentía más mujer y me apetecía empezar a decir cosas de forma más honesta, no sé, cosas más crudas. por ejemplo, le dije que me estaba interesando cada vez más el tema del feminismo. ella me dijo: » pero gracia, es que nuestra esencia es blanda, nosotras no creamos conflicto porque no sabemos crearlo, nosotras deshacemos el conflicto, es nuestra personalidad, no sé cómo decirte», y yo le dije que eso era cierto, y que me gustaba esa blandeza, esa filosofía gandhiana de la no-violencia, aquel mantra oriental de que el agua erosionaba a la roca. pero con la edad me he dado cuenta de que a veces a la verdad le falta verdad, y esto no es algo tan blando, esto es más bien crudo. a veces la falta de comunicación eficaz bien de esto: de asumir roles que nos han proyectado siempre y seguir perpetuándolos.
no me he vuelto loca, me he vuelto menos miedosa. no es rebeldía, no es agresión, es dignidad y comprensión de una misma, es sabiduría en acción. es empezar a vivir conforme piensas, actuar conforme piensas, es aprender a decir, «para mí no es así», «necesito esto», «me gustaría esto otro». sé que parecen cosas muy sencillas, pero en mi caso, me he pasado media vida intentando agradar antes de dejar que me agradaran a mí, de intentar ponerme en el lugar del otro antes de dejar que se pusieran en el mío, y creo que al final la vida no trata de una cosa ni de la otra, sino de saber quién eres, tener juicio propio y exponerlo sin miedo a que lo demás te coma, porque si el mundo te tiene que comer te comerá, y eso siempre será mejor que atragantarte contigo misma.