os lo voy a contar ahora mismo:
acabo de salir de una charla sobre feminismo en el raval, exactamente en el bar cronopios, que hace honor a cortazar y es la leche. la charla se llamaba «filosofía para pingüinos: Simon de Beauvoir y el segundo sexo», pero eso os lo cuento otro día.
iba bajando por la rambla cuando ante mis ojos he visto lo que parecía ser una gofrería&crepería y he pensado que después de lo feminista que estoy sería conveniente tomarme un gofre de chocolate gigante, que viene genial para la celulitis.
4,95 – dice el chico de la Polinesia
me cago en la puta, qué caro sale ser feminista en la rambla. -toma, quédate con los cinco (que soy pobre)
y el chico de la polinesia ha tardado un montón en darme el gofre, porque tenía que atender a dani el travieso, una pareja alemana más fría que el mármol y dos árabes gays reprimidos.
pero el chico de la polinesia era majísimo y me ha dado un poco de lastima pensar que está 8 horas al día con las gofreras y las creperas ardiendo, echándoles chocolate derretido luego, no sé, me he quedado mirándole con ternura y el tiempo pasaba lentísimo, y he pensado en todo lo que podría hacer en ocho horas y me he sentido un poco mal porque yo no tengo esa necesidad de trabajar para vivir, y me ha apetecido abrazarle y vivir más deprisa y le he escrito un poema viéndole hacer tantas cosas a la vez, y de repente se ha quemado y todo y ha dicho: ah!, y he dicho: ay!, y he memorizado el poema.
y ahora estoy comiéndome el gofre en el suelo del Liceo porque a mí el suelo es una cosa que me encanta y debí de ser suelo en la otra vida y acaba de pasar una procesión de 20 tías con banda de miss y las tetas enormes y todas eran rubias y se reían igual y ha sido como un desfile de woman’s secret en vivo y detrás iban dos tíos mirándoles el culo y yo les he sonreído con los dientes llenos de chocolate.
y ahora volveré a casa y miraré a las putas del viernes y ellas me miraran a mí, y nadie dirá nada, a pesar de lo diferentes que serán nuestras noches.