Es una putada no dejar que tu corazón se enamore libremente
porque
si yo dejara a mi corazón
libre
seguramente se enamoraba de ti,
pero la película está en la cabeza
desde que tengo uso de razón y leo a Neruda
desde que el disco duro de mi pc contrae un ejército de troyanos por descargarme todo el drama francés
y el agua de la cocina no es agua, papá, es ginebra, y solo quería decirte que necesito un perro,
un perro grande, lo necesito porque he bebido tanto…¡y estoy tan sola!
–No te suicides tanto… -me dije.
¿Veís lo que os decía con el drama?,
mi padre se levantó esta mañana y pensó que la ginebra era agua
y el resto lo imaginé yo.
Él sacó la fregona y limpió, sin oler, sin preguntar, y yo estaba ahí:
mezclando la resaca con el café
con unas ojeras chapurreadas con el óleo de un niño sobre esta cara de Van Gogh.
¡Lo imaginé yo!
yo,
porque estoy como un puto cencerro y vivo en un plasma de los años 80 con la banda sonora de Chopin,
pero es verdad que quiero un perro.
-Primer plano a blanco y negro-:
Quiero un perro,
me da igual el perro que sea, como diría Dante en Martin(Hache) sobre las mujeres,
me da igual si el perro tiene pene o vagina,
orejas de Dumbo o morro de caballo, si caga conguitos o zurullos crocantis,
quiero un perro porque a él SÍ le daría mi corazón
y que se lo llevara a la playa a lanzarlo como un disco volante, y lo revolcara y lo lamiera,
y llevara mi corazón de vuelta a casa.
-Toma 2, vuelta a la cocina-:
¿Mi padre respira con el sobaco?
-Toma 3, sofá del salón. No saco el piti porque no fumo, pero me encanta imitar el gesto con un bolígrafo-:
¿Sabéis?
Son los putos dramas franceses, ni si quiera es Hollywood
incluso, diría que tiene más culpa la tecnología y el apocalipsis de Minions gigantes usando smartphones.
No te rías, joder, al final esos Minions follarán mejor que tú y tú lo twittearás,
no os riáis porque tenéis todos una cara de emoticono amarillo feliz que nos os la creéis ni vosotros
Mundo Feliz.
En eso veo el amor, en un gadget, en un dispositivo plateado con un huevo de aplicaciones,
os juro que esa máquina hace maravillas, ¡oh, en serio!, me hace tremendamente feliz, de hecho
de hecho voy a mandarte un whatssap ahora, sí, porque no tengo tiempo para enamorarme de ti
no ya solo porque ahora nadie tenga tiempo para nadie, qué va
es por eso de que soy una peliculera que solo apostaría su corazón al 37 rojo en la ruleta, habiendo hecho trampas, es decir
que busco al imposible,
ni siquiera al perro fiel.
Busco al imposible como si tú no lo fueras,
porque el imposible no puede ser nadie y así es mejor y qué puta mierda,
que puta mierda sin ti que no existes y qué puta mierda contigo que también existes.
Solución: estar sola, este individualismo asfixiante, este dios inútil en el que me he convertido y me esclaviza y yo me rezo y me rezo,
“no me llores que te perdono”, me digo
y sí, doy fe, me confieso ante este silencio tan mío:
tengo un miedo terrible a que me rompan el corazón
del todo.
Whatsapp:
-Ahora no puedo verte, bobo ❤
Y toma corazón rojo cuando debería ser amarillo
amarillo de enfermedad y no de amor,
que así es como tengo el corazón, enfermo.
Y no os creáis que la culpa de esto no la tiene Nietzsche, que el muy ateo bien se las apañó para que me aislara del mundo y me dedicara al aforismo y no a la vida, al análisis de la herida y no a la herida, ¿y la mercromina? , ¡la mercromina también está enferma! , no cicatriza la herida con el alcohol de este mundo ebrio.
Y yo le quiero eh, al Nietzsche, no solo porque Dios haya muerto, yo le quiero porque fue mi mejor amigo a los 16, joder y era un sofista decían, ¿sabéis?, ¡disparó a la razón del mundo, se quejó de la mismísima Ilustración!, yo le quiero porque por “cobarde”, decían, se quedó en los orígenes, en la pureza dionisíaca, y a tomar por culo Sócrates tapando el cráter y el instinto con la lógica, la misma lógica del neoliberalismo, siendo uno empresario de sí mismo,
y qué mal esta rima cuando la vida es verso libre.
Algún día levantaré de la tumba al nihilismo y Nietzsche será una flor.
Y menudos pardillos nosotros los humanos, que tenemos por afecto un montón de pantallas y un peluche que llora;
pero en fin, que yo a Nietzsche le quiero porque, en el fondo, no deja de contribuir al drama, y el caos come por debajo de la puerta.
Y no es solo eso de que el mundo esté mal y seamos todos unos individualistas y yo que sé,
es que el amor es muy puto,
que sí, que mueve montañas, pero quítales tú el polvo a las montañas
yo que sé,
en realidad cuando no sé muy bien desenredar este ovillo que tengo por cabeza me da por decir
“yo que sé”, todo el rato, y es un no saber, no saber, no saber…
y me da también por decir tonterías e hilvanar hipótesis absurdas como un científico loco en un laboratorio gris, y que sepáis que los científicos, los del análisis, de feliz, tienen poco.
Por ejemplo, una de esas hipótesis:
Esta mañana estaba en el salón, iba despeinada, en sujetador, con un pantalón que ni es de vestir ni es de dormir pero que tampoco es de estar por casa porque no es de dormir ni tampoco es feo del todo, pero tiene manchas verdes de pintura así que tampoco es de vestir. Total, que a través de la ventana, en el edificio de en frente, allá a la altura de Toledo, en un sexto piso, veo al amor de mi vida.
Y me he quedado así (emoticono con cara desorbitada)
miradme, miradme, ASÍ.
Creí –absurdísimamente, porque lo absurdo nunca viene a cuento pero igual por absurdísimo acierta- que aquel chico con barba de la camiseta naranja, era el amor de mi vida, aquel amor platónico de la universidad
–que sí, joder, que con 24 lo del amor platónico no es un mito–
y me he quedado espiando con la ventana entreabierta y joder, él estaba de perfil, ¿vale?
pues cada vez él que miraba para aquí, yo creía que estaba mirando para AQUÍ,
y me preguntaba que, si así fuera y él me estuviera viendo,
me preguntaba si él se estaría preguntando si
cada vez que yo miraba para allá, estaba mirando para ALLÁ.
Para AQUÍ para ALLÁ. El lazo rojo ese japonés, joder, ese que unía a los amores,
y yo le susurraba, despeinada, con mi cara que ni era de vestir ni era de dormir, porque era un careto inclasificable de la ostia:
“Eh, aquí, aquí, ya estamos juntos, vamos a invadir el Monte Olimpo y que le jodan a Zeus!”
Ya sabéis, lo de Zeus, que partió a los amores… el tío… ¡zas!, para pasarse la vida buscando a la media naranja y hay que joderse con Zeus, y que ya te vale, Zeus.
Claro, es que no sabéis, el primer día que vi a este chico llegué a casa y le dije a mi madre:
“Mamá, he conocido al amor de mi vida”, así, de sopetón, como si me hubiera dado su instagram o algo,
yo es que soy así de tonta y el amor de mi vida es un completo desconocido, que ya os digo que me mola el drama y más que tonta soy gilipollas.
Y a todo esto estaba sonando en el ordenador una entrevista de Jordi Évole a J Luis Sampedro en la que este contaba una anécdota que relató Salvador de Madariaga en un libro llamado “España” que publicó allá en los años 30, época de la República. Un capataz se dedicaba a comprar votos con dinero; claro, en medio de aquel percal con dos duros comías y alquilabas una de Woody Allen. Total que el capaz le soltó dos duros a un jornalero hambriento exigiéndole su fidelidad al voto y el jornalero hambriento le dijo:
“En mi hambre mando yo”
Con dos cojones. Y me quedé pensando, no sé por qué, en ese momento, con el supuesto amor de mi vida en la ventana:
“En mi carencia mando yo”,
y entendí, ensimismada en mi burbuja y a la vez abstrayéndome, viéndome pequeñita,
lo violentas que somos las persona con nosotras mismas.
que la carencia era el mismo amor, y que en cierto modo, la dignidad que tenía un hombre en medio de la necesidad más vital, que no deja de ser la más salvaje, puesto que se llega a traficar con la misma necesidad, era proporcional a la dignidad de una persona que está hambrienta de amor y se echa monedas a sí misma para votarse, a ella que sabe que va a seguir empobreciéndose con su carencia, con su falta de amor.
Por que al final, la vida es la excusa y al final el sentido de la excusa es el sinsentido de la vida,
que por x o por y, por tecnología, hollywwod, whatssap, gilipollismo, mito griego, amor platónico, drama, miedo
no dejamos al corazón ser libre,
así que eso de que el amor es 100% orgánico, sin pesticidas, que brota de la espuma del champan y qué ¡oh, no puede edificarse porque se construye solo!, porque es un colacao instantáneo, ¡sus ojos me miraron y se desprendieron lirios por mis mejillas, ¡el lazo rojo japonés existía!
son polladas,
porque no vivimos por encima de nuestras posibilidades, vivimos por debajo
porque al corazón lo matamos muchas veces,
porque estamos hambrientos y nos seguimos votando.
https://www.youtube.com/watch?v=EZ1yOcU_OVY